domingo

Poema de Nené Losada

 
¿Por qué andas metida
entre los versos,
ternura,
cuando escribo?

Que siempre t'alcontro
nos renglones,
sin pedime premisu.

Deixa que la crudeza
chene l'espaciu
que ta vacíu.

Déixala, qu'entre poetas,
la probe,
non tien amigos.




Poema de María Alcocer

 
Beso

                 Como quien halla un fósil
                 (acaso una quijada con el beso trémulo
                 de una raza extinguida)

                                                       C. Rodríguez 


Anda un viento bastardo que estropea la tarde.
Los labios te perfilan al borde de caerte
ladera de ti abajo, bocado de ti arriba.
Te delatan los ojos serenos en mi boca.
No miro a ningún sitio. Me lanzo a la penumbra
de otro ser que me mira. Me siento en mi equipaje,
mi morada de siempre llena de algunos años,
de agujeros precisos donde cabían los besos
que ahora nada pesan. Anda el viento entre ambos.
En tu pecho una antorcha para encender mi miedo,
en tu cintura, a mano, la cuerda que te ataba
y no recuerdo a qué. Te empujo desde dentro,
a ti, que eres mi boca donde las selvas vierten
un eterno silencio macerado en saliva.



lunes

Poema de Alfred de Musset

 
TRISTEZA

Fuerza y vida he perdido juntamente,
como he perdido amigos y alegría;
por perder he perdido hasta el orgullo
que me hacía tomarme por un genio.

Al conocer un día la Verdad
creí que se trataba de una amiga;
pero al saber quién era y comprenderla
ya solamente me inspiraba hastío.

Y no obstante quién duda que es eterna,
y que aquellos que le han vuelto la espalda
lo han ignorado todo en este mundo.

Dios habla y es forzoso responderle.
El único tesoro que me queda
es el haber llorado algunas veces.


[Traducción de Carlos Pujol]




domingo

Poema de José Ángel García


Varado estoy en Oporto, en algún lugar de Oporto,
junto al río.
Mi nombre es nadie, la hora incierta.
He venido hasta aquí buscando, una vez más,
la palabra que nunca
conseguiré hallar de nuevo; la palabra
que jamás he conseguido recordar;
la que aquel día, sin que entonces
llegase a darme cuenta,
encontré de repente en el no buscado roce de
mi piel
                                                                         con la tuya.

Aquella palabra, aquella...

La tarde, crucificada en el puente, agoniza.
     



Texto de María Zambrano

 
Las lágrimas de la aurora

Llora ella; ella, ¿o quién? Llora inconteniblemente y en horas imprevisibles. No producen extrañeza sus lágrimas cuando el día la ha abandonado sin mirarla tan siquiera sonrojarse, cuando la corona de nubes ha mostrado ser falsa, y el manto sin color que la envolvía se ha retirado, dejándola por un instante desnuda; lo que, si dura lo bastante, desata su rencor y despierta a la jauría, aunque esté lejos y parezca imposible que haya visto nada y que no haya nadie, que nadie se despierte, azuzado por ella. Ladran a la aurora las jaurías, a la sombra de la Aurora, que se va envuelta en sombras y en negrura, vencida, mas sin llorar. Y luego, en otras horas del día, se derrama en lágrimas, inconfundible. Humillada y arrepentida, llora en los ojos de algún perro; en ese perro que aguarda siempre, reveladora figura de la fidelidad misma, y por ello es el mismo perro, el perro mismo, que llora con el mismo llanto: el llanto de la identidad sin palabra y sin reconocimiento, dejada ahí, sin más, como un deseo –mas llora.




Poema de Miguel d'Ors

 
ORDEN

              «Hay una cosa necesaria: todo».

                                 (G. K. Chesterton)


Hay un orden: para el trino
luminoso y cristalino
del jilguero

es necesario lo pardo,
seco y arisco del cardo
borriquero.

                               Madrugada del 5-IV-2012




viernes

Poema de Vicente Gallego

 
CANTO XI

Ahora sé a qué venía,
me lo está recordando este temblor
de la noche en mi carne,
de mi carne nocturna.

Dejaos de sermones, cosas todas,
y vamos a lo nuestro,
y vamos a este mar de los naufragios:
hazte de noche en mí, carne que tiemblas.




miércoles

12 de octubre

 
MÁS MATRIA

La mayoría de los países tienen nombres femeninos; España, Patria y Matria, femeninos los tres, son ahora más Matria que Patria o son una sola.




lunes

¿El mejor aforismo de Marco Aurelio?

 
«Es cosa risible que no procures preservarte de tu propia maldad, pudiendo hacerlo, y en cambio intentes huir de la maldad de otros, lo que es imposible».


[Traducción de Miguel Dolç]




domingo

Poema de Mark Strand


NO SE PODÍA HACER NADA

El dolor estaba en todas partes. La gente, en las esquinas de las calles, rompía a llorar repentinamente. No podían evitarlo. En oscuros apartamentos, en coches estacionados, en mesas al borde de las carreteras, la gente lloraba. El perro junto a su dueño, el gato en el alféizar, también lloraban. El rey y la reina habían muerto, y también el príncipe, el presidente de la república y las estrellas de la gran pantalla. Todo el mundo lloraba. Y el llanto seguía y seguía sin poder detenerse.


[Traducción de Julio Trujillo]



Romancillo de Luis de Góngora

 
Lloraba la niña
(y tenía razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejóla tan niña
que apenas creo yo
que tenía los años
que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la luna
y la deja el Sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.

      Llorad, corazón,
      que tenéis razón.

Dícele su madre:
"Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto,
o me acabe yo".
Ella le responde:
"No podrá ser, no;
las causas son muchas,
los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lágrimas lloren,
en esta ocasión,
tantas como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el arquero Dios.
Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son;
porque el que se fue,
con lo que llevó,
se dejó el silencio
y llevó la voz".

      Llorad, corazón,
      que tenéis razón.




lunes

Poema de Paul Celan

 
EL AMOR, bello como una camisa de fuerza,
hacia la pareja de grullas se dirige.

Y, ya que él viaja por la nada,
¿a quién atrae a uno de los mundos
lo respirado aquí?


[Traducción de Ela María Fernández-Palacios y Jaime Siles]




Día lúdico


Este poema en cuatro secciones acaba de salir en Cuenca, en una muy elegante colección de mínimas plaquettes literario-plásticas. Casi imposibles de conseguir, pues de cada una se imprimen veinticinco ejemplares y hay veinte personas suscritas a la colección.

*

DÍA LÚDICO 


Jugador 1: Quiero y no puedo

Este día tan claro,
este vaso de luz
se me ha subido a la cabeza.

Cuánto quisiera, belleza del mundo,
celebrarte con un canto de borracho,
dejar que por tu cielo vuele
como bandada de pájaros mi voz.

Pero el canto, ay, no viene:
viene un silencio enorme
en forma de zapato oscuro, aplastante.


Jugador 2: Puedo y no quiero

Este día tan ingenuo,
este animal ajeno al artificio
me vuelve niño a ratos.

Yo podría, bondad del mundo,
creer que en ti se esconde
con cara de bruja la muerte.
Prefiero sin embargo ver
lo que estoy viendo:
los niños, mientras somos niños,
somos eternos.


Jugador 3: Ni puedo ni quiero

Este día tan alegre,
este cuadro colorista
me retrata levemente melancólico.

Yo no sé, verdad del mundo,
vivir sin corazón,
sin pensar,
sin escuchar allá a lo lejos,
allá..., allá..., violines que no existen.
Ni sé ni quiero saber: sería aún más triste.


Jugador 4: Quiero y puedo

Este día tan espléndido,
este repartidor de nadas
me ha traído una rosa.

Quiero, mundo, ofrecerte una página
digna de la verdad, de la bondad,
de la belleza que te queda.
                                                  Puedo
con tu ayuda lograr
que de la rosa permanezca en ella
al menos el recuerdo de su aroma.






Poema falsamente atribuido


Un amigo me informa de que este ENLACE una niña me atribuye la autoría de un poema que no escribí. No pasa nada, se ve que es un trabajo escolar, pero el poema con el que participé en aquel libro colectivo es el que dejo aquí debajo.


PALABRA DE ACTUALIDAD

El humano corazón
da con la piedra del pancismo,
encalla,
acostumbrado al dolor del prójimo
cercano,
y a contemplar la muerte,
y a contemplar el hambre,
y a contemplar la sangre,
impávido
ante las noticias televisadas.

Se sigue hablando de solidaridad.
Sí, Cabra,
principalmente
se sigue hablando.

Casi nadie hace nada.
Casi nadie echa una mano a los demás.

Y, mientras,
se ha muerto un niño.

No,
cientos,
miles de niños.

No,
millones
o billones de niños.

¿Qué hago aquí
lamentando esto mismo
si en el fondo yo
soy feliz?

Debiera salir a la calle.
Ahora mismo, sí,
debiera salir y abrazarme
a la primera persona que vea
con el pecho mordido,
mordido por la muela cariada de la miseria.

Las calaveras de esta historia,
a veces, me escupen gusanos
y sangre seca, coagulada
en el rostro sonrojado de la vergüenza.

viernes

Fragmento de un poema de José Emilio Pacheco

 
10

A mitad de la tarde los objetos
imponen su misterio, se remansan,
nos miran a los ojos, nos permiten
luchar porque no avancen ni se adueñen
de nuestro mundo al fin
                                              y nos conviertan
en inmóvil objeto.




Poema de Charles Baudelaire

 
LA PIPA

Yo soy la pipa de un autor,
Pronto se advierte al ver mi rostro
De Abisinia o de Cafrería
Que mi amo es un gran fumador.

Si está angustiado de dolor,
Humeo como la cabaña
Donde la cena se prepara
Al regreso del labrador.

Enlazo y acuno su espíritu
En la maraña azul e informe
Que sube de mi ardiente boca,

Y extiendo un potente bálsamo
Que hechiza su alma y aplaca
su espíritu fatigado.


[Traducción de Antonio Martínez Sarrión]




Poema de Miquel Martí I Pol

 
NOCTURNO

En el cruce de la calle París y la avenida de Roma,
en el bar «La Estrella», las vísperas de fiesta
se enciende un letrero luminoso que anuncia
un refresco de origen norteamericano.
El barrio es nuevo y triste,
con casas estrechas, desiguales, y un aire espeso
con tufo de cocina pobre.
En las calles sin asfaltar se forman charcos
y la luz escasea.
Muchos domingos por la noche,
el dueño del bar «La Estrella» enciende otra vez
el letrero luminoso y se emborracha.
La proclama, agresiva, arde toda la noche.
Las mujeres que trabajan
en el primer turno y se levantan a oscuras
agradecen el gesto
con una sonrisa de complicidad
cargada de ternura.


[Traducción de Adolfo García Ortega]





Poema de Toyo Shibata

 
Cielo

Cuando estoy triste
miro las nubes
que parecen una familia,
que parecen un mapa de Japón,
que se persiguen,
y me pregunto
hacia dónde se deslizan.

Al anochecer,
nubes de un rojo vivo.
Por la noche,
el cielo cuajado de estrellas.

También tú necesitas
alzar los ojos al cielo.


[Traducción de Keiko Takahashi y Jordi Fibla]




Poema de h-elena rodríguez

 
ciruela tardía

Septiembre está en el árbol. La ciruela
se vuelve oscura al sol, y nadie alcanza
la rama de su fruto. 
Así sufre la carne de espesar
su enredo a la intemperie.
Me duelen como lágrimas los pechos.
Me duele su dolor de abandonarse.
Las vértebras se tronchan de estallidos.
A veces me sonrojo de sus cumbres,
redondo es su color de filamento.
Quiero llover mi rostro, desgranarlo,
no entiendo que en la espera haya un camino.
Los pechos como lágrimas me duelen.
Me duelen como lágrimas los pechos.
Y sueño en el abrazo, que contigo
la púrpura se vuelve familiar.
Fue tímida en el árbol la ciruela.




Poema de C. P. Cavafis

 
Desde las nueve

Las doce y media. Deprisa ha pasado el tiempo
desde las nueve en que encendí la lámpara
y me senté aquí. Estaba sentado sin leer
y sin hablar. Con quién iba a hablar
yo solo en esta casa.

La imagen de mi cuerpo joven,
desde las nueve en que encendí la lámpara,
llegó y me encontró, y me evocó
cerradas alcobas perfumadas
y el placer ya pasado –¡qué osado placer!
Y trajo a la vez ante mis ojos
calles que ahora ya no reconozco,
lugares llenos de vida que desaparecieron
y teatros y cafés que una vez fueron.

La imagen de mi cuerpo joven
vino y me trajo la tristeza:
lutos de familia, despedidas;
sentimientos de los míos, sentimientos
tan poco atendidos de los muertos.

Las doce y media. Cómo ha pasado el tiempo.
Las doce y media. Cómo han pasado los años.


[Traducción de Pedro Bádenas de la Peña]




Poema de Diana Raznovich

 
Poema

Debajo de mis ojos
sólo hay pena.

Si mis ojos te vieran
esta noche,

debajo de mis ojos
habría estrellas.




Poema de Rafael Escobar

 
Verdad de mayo

            (A Ángel Parreño y Pilar Ramírez)

Días en que el tacto del aire
es presagio,
roce de una promesa
que ya es fruto que acarician los dedos.
Hay música,
sol en la ciudad radiante,
y en nuestros rostros que miran
como niños atónitos,
una firme voluntad
de olvidar lo que nos duele,
una fe en que el milagro
dejó de ser nube o palabra
para hacerse luz que se ofrece
y vive su inocencia entre nosotros.
Hay que abandonar quien fuiste,
desaparecer en los amigos,
dejar que su abrazo te niegue
y su voz sola
marque el ritmo espontáneo de tu sangre;
saber en ellos
que hay un ángel inadvertido
en crecer y vivir,
que en la lumbre de los que se aman
se abre intacto cada día
el centro feliz de nuestra esperanza.




martes

Poema de Pere Gimferrer

 
Arte poética 

Algo más que el don de síntesis:
ver en la luz el tránsito de la luz.




Poema de Amador Palacios

 
Buenas noches.
Dejo sonando una cascada
de sonidos en el piano
que, oh Poder de la música,
alivia este hondo embargo.




Poema de Pilar Blanco

 
No saber nombrar

Dime,
¿para qué las palabras
si no inventan el mundo?




domingo

Poema de Isabel Navarro

 
Como en la cafetería de un tanatorio.
Con bocadillo de jamón
y ojeras.
Con sonrisa fácil
y extrañas anécdotas,
que no vienen a cuento.
Hablar por hablar
para después gemir.
Casi uno de esos romances a las 5 de la mañana.



Poema de Juan Carlos Valera

 
ARCO

Cruzar el río sin puente.
Partir al infinito sin moverse.




Poema de Roque Dalton

 
SUEÑO N° 11.880

Caen señoritas en paracaídas y todas, gracias al cielo del que vienen, se parecen a ti. No traen armas, pero la forma de los pelitos de su vientre nos aterroriza de delicia desde la altura que empequeñece veloz. Todas hacen mohínes simultáneos, anticipando que su belleza es, como siempre, cruel. Todas se llaman como tú. De sus hombros sin alas penden como cabezas de cadáveres las máscaras antimariposas y de las vainas de sus espadas olvidadas surgen góticos lirios que echan chorritos de niebla estrictamente lila. No tienen la cabellera que te baña los pies, tu negro nido de oropéndola donde quise vivir por los siglos de los siglos, despertándome a diario frente a un preciosamente inserto desayuno de pergaminos cocidos y toronjas, pero se defienden con la loca brillantez de sus cascos decorados con brochazos de aceite industrial y minio en polvo. Sin el menor esfuerzo, mueven convulsivamente las caderas para hacer de su caída un real desaire al aire y, así, parecerían la más majestuosa plomada de plumas entrando en los arroyos del Paraíso Terrenal, si no fuera porque cada diez metros muestran esos terribles carteles en que anuncian pastelitos rellenos de leche de mujer. Tampoco tienen nada que ver con las medusas marinas ni con su posible esqueleto de suspiros helados. Tienen de ti ese porte que delata el olor bestial del amor después de un año de abandono o de burla, ese halo infernal de las enamoradas desahuciadas por Dios, esa súplica que nos ordena desnudarnos y sumirnos en pensamientos y reminiscencias que tienen que ver con las misas mayores de Semana Santa, los improperios de la multitud ante los errores crasos de los más inmensos héroes deportivos, los nudos de serpientes gordas que llenan las cuevas de la selva de Honduras, o el combate de dos tanques pesados, librado en el interior del Museo del Hombre. Oh pasión por ellas: deberá llover tanto y tan frío aún sobre ti para que pueda al menos soportarte, manipularte, usarte! Todas caen, al mismo tiempo, sobre el prado. Las flores que pisan y machucan vuelven a erguirse de inmediato.




Poema de May Yudith Serrano

 
CUADROS (II)

AQUÍ hay una muchacha sentada sobre un banco y con un libro.
La muchacha está esperando a un hombre.
Cualquier novato podría decir que estudia,
pero realmente está esperando a un hombre;
por eso no puede concentrarse.
La cara casi no se le ve,
la tapa el pelo, que está más rebelde
porque la muchacha lo lavó ayer
–es lógico que antes de una cita una se lave la cabeza–.
El hombre no vendrá:
ha discutido con su esposa y ahora debe quedarse en casa,
para la cena de la reconciliación.
La muchacha esperaría un rato
y luego se marcharía triste, si esto no fuera un cuadro.
Pero tiene que estar ahí hasta que el cuadro se haga polvo,
quién sabe cuánto tiempo,
disimulando su intranquilidad con ese libro tonto,
sintiendo eterna la tarde (que es de veras eterna por culpa del pintor)
sabiendo que no ha llegado pero no que no llegará.
Cualquiera pensaría que es mejor para la muchacha
–cuyo doble tiene ahora tres hijos–
esto de que el hombre no venga,
si, como bien se nota, no la quiere;
pero yo sé bien que no,
que lo peor es la espera.




viernes

Poema de Víctor Briones Antón

 
dormir destapado
paladear el frío al caer en la mañana
esa parálisis es la verdad
el cuerpo que no
la hiel bajo la lengua
el zumbido de un mundo lleno
de callejones cuesta abajo




miércoles

Microrrelato de Antonio Fernández Molina

 
El fin de la excursión 

Los excursionistas gozaban del paisaje. Lucía el sol y la temperatura era templada. Algunos apacibles animales pastaban en el prado. En medio de ellos había un hombre junto a una maleta abierta y vacía.
–¿Por qué no cierra la maleta? –le preguntó un excursionista.
El hombre no le hizo caso, pero el excursionista volvió a insistir una vez y otra.
Al final, haciendo un gesto decisivo, aquel hombre la cerró de golpe. Al mismo tiempo la luz se fue de repente, los excursionistas se quedaron a oscuras y muy pronto empezaron a notar cómo les faltaba el aire.




sábado

Poema de José Hierro

 
El amor estaba escondido
como la almendra en la corteza.
Agazapado suavemente,
circulando cálidamente.

Y era preciso detenerlo,
paralizarlo, congelarlo,
encadenarlo en líneas, ritmos,
desarraigarlo de su tránsito,

darle bulto, darle reposo,
encerrarlo en unas figuras
que no sean hija ni madre,
sino materia del amor,

sino parpadeo de estrella
que no se extingue nunca. Llama
salvada de su acabamiento,
hecha presente para siempre.




miércoles

Poema de Rafael Pérez Estrada

 
LA NUBE

Contra toda costumbre
una nube ocupa el salón principal.
De repente, al abrir la ventana
vino envuelta en la luz
como llegan las prisas.
La creímos una nube extranjera
venida de un lejano
país beligerante.
No molesta,
y siempre está nublando
el techo de la sala
(un detalle exquisito).
Es elegante y leve,
casi azúcar de feria,
y parece feliz
aunque algunos domingos
llueva desconsolada.



domingo

Poema de Paul-Jean Toulet

 
Pálida aurora de febrero,
De tórtola el matiz,
Ven, apacigua nuestra lid,
Me harté de desespero;

De sangrar para la infeliz
Más de un negro tintero...
Pálida aurora de febrero,
De tórtola el matiz.


[Traducción de Jorge Jimeno]