Hazme guardián de tus anchuras,
hazme el que oye la piedra,
concédeme ensanchar los ojos
en tus mares de soledad;
haz que siga el curso del río,
desde el clamor a ambas orillas
entrando hasta el son de la noche.
Mándame a tus tierras vacías,
por las que van los vientos anchos,
donde se alzan grandes conventos
como muros en torno de la vida
no vivida. Seré allí peregrino,
sin separarme por ningún engaño
de sus voces y formas,
y tras de un ciego anciano iré
por el camino que nadie conoce.
[Traducción de José María Valverde]