PRIMER ANIVERSARIO
No sé engarzar las cuentas del collar
de mi madre, dispersas ya, sus dichos,
sus proverbios, que fueron ocurrencias
graciosas hace mucho, y se cuajaron
en ritual consabido, en la liturgia
familiar, día a día, sin un cambio,
con su acento andaluz de cuando niña.
Resuena aún: «Mientras va y viene el palo
descansa el cuerpo» –siempre, entre las penas–:
algún curioso adverbio, «ahora después»,
y el llamarnos con nombres retumbantes
por broma, «Celedonio», «Filomeno»...
Yo le heredé, de niño, su lenguaje
entero, como el aire que respiro:
quedan fuera esas frases no disueltas,
suyas sólo y no mías, sus reliquias,
que se me van, y se hunden en silencio.