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viernes

Poema de Diego Jesús Jiménez

 
ENTRE SOMBRAS

            Entre
estas sombras del pino
acalmó mi dolor. Como la miel
de la alta Alcarria se hace, entre flores
y umbrías, entre lugares
de agua fresca
supe de ti; por estrechos cobijos, o en alumbres que cantan
bajo el calor, creció el amargo
vacío del recuerdo.
                                    ¡Hasta en la reposada
copla de los caminos
oí tu nombre! 
                          Agradezco a la vida
tu callada cintura, tus dos pechos,
el negro hospicio de tu virginidad
su vergüenza ofreciéndome. Y tardes, tardes
en la oculta lujuria
del tejar, al sol, dormidos
allí donde el misterio
de tu ropa más blanca me ofreció su dolor.
                                                                            Altas ramas
nos cubren, centenos en mal año crecen
para escondernos; olivares perdidos, sendas borradas
nos ocultan. ¿Dónde,
dime, los hermosos pecados
de la niñez, se ahogaron?
                                               Nada
sino este ruido seco
con el que se levanta el pájaro
de la siesta, es mi vida.



Poema de Diego Jesús Jiménez


FUGACIDAD INMÓVIL

A Emilio Lledó


El poema que intentas
como el amanecer va deshaciéndose; es una nebulosa
que no puede expresarse. Su luz involuntaria te demuestra
la inutilidad del sentimiento.
                    Igual que se disuelve
la imagen de la nieve en el sauce
que nos introducía en el invierno, o huye hacia el reino vegetal la serpiente
en algunas variedades de cactus, buscas
como si se tratara de un paraíso perdido—
entre las ruinas de la realidad.
Al conocer la alquimia
en la que se refugia su linaje, abandonas
poco a poco la farsa
de construir un decorado con sonidos retóricos.
                   Conviertes el lenguaje causa de nuestra esclavitud
en un jardín privado donde ensayas
lo mismo que el filósofo: saltar sobre tu sombra.

Como en el caleidoscopio, conocedoras del azar,
cambian en el poema las palabras al menor movimiento
o se ahogan en él lo mismo que los rostros
en el agua estancada de las fotografías.
                  Te emociona lo escrito, como te emocionaría
la aparición de algún antepasado, pues
llegan atravesando las paredes del tiempo los signos
que iluminan la nada.
                              No te engañes, ni exhibas
el plumaje fantástico de los pavos reales: escribes el poema
que a sí mismo se escribe, enciendes la elocuencia
vacía de la muerte.