Pienso ahora
que aquella acusación tuya
era cierta:
yo iba siempre a todo acelerada.
Tenía que cobrar una factura,
tenía que dar de alta una domiciliación,
tenía que llamar a Telefónica
y cancelar la línea.
No me quedaba espacio
para tu amor
—tan etéreo, tu amor—,
para tu tiempo.
Ya no te escribo poemas de amor,
ya no te escribo poemas de nada,
ya no te llamo amor en ningún sitio.
Pero si hoy te escribiera
un poema
por ejemplo
de amor
te diría que eras bueno,
que me querías tanto,
que tenías razón
y que alguien tiene, amor,
que cobrar las facturas,
alguien, capullito de alhelí,
ha de dar de alta la domiciliación,
alguien, corazón de frambuesa,
debería llamar a Telefónica
y cancelar la línea
de una buena vez.
No me hacía feliz ser esa,
se me hacía necesario.
Quise escribir un poema de amor,
amor,
y me salió un obituario.