ORACIÓN
Por una infancia de pinares blancos
cuando el rocío helaba la espesura
y venía el invierno, y la hermosura
de su dolor pasaba por mi barrio.
Por la espera nerviosa de un verano
que vuelve todavía, por la pura
fascinación de lo que se inaugura
cada vez que amanece por mis manos.
Por los suelos dormidos, por los viejos
compañeros de sombra, por la orilla
que me enseñó el compás de las mareas
y el secreto del aire. Por lo lejos
que va quedando todo. Por los días,
y por sus noches, gracias a Quien sea.