LA VIDA VIEJA
Cuando pasen los años
y los días se tornen oscuros sin remedio
para quien nada espera de la vida,
yo pediré quizá
ese íntimo placer de vivir en los hoteles
de ciudades fastuosas
que no tuve ocasión de conocer
cuando, joven aún, el cuerpo buscaba
placeres más intensos, el latido cercano
de tanta belleza perdida
y de aquella que logré retener,
dejándome cegado para siempre
con su luz tan efímera.
El placer de vivir en los hoteles
colmaría quizá esa vida de despojos;
nómada, solitario y silencioso
de una ciudad a otra
intentando olvidar lo que no tuve,
mientras la juventud sigue pasando
frente a quien fue vencido, sin queja, por el tiempo.