VEINTISIETE
(De la primera parte)
Hay cosas en el aire. Cosas. Simplemente eso: cosas. Miradas color jade de muchachas, tarros de mermelada, discos de Frank Zappa, rosetones vidriados, pisadas de ratones descaradamente blancos y escaramuzas no por falsas menos groseras. Hay cosas en el aire. Cosas, simplemente eso. Bacterias nitrificantes, huesos viejos, ayes huérfanos, mecheros encendidos, manos enfundadas en guantes de calado etéreo, dedos cubiertos de sangre. Cosas. Cosas en el aire. Simplemente eso. Besos como sueños, golpes puros, patadas de lujuria, empanadas de orgullo, escaleras de cristal, hornos crematorios. Estómagos vacíos, versos perdidos, quejas como rastros, camiones desguazados, veredas de misterio, trochas sin final, compradores de esclavos. Hay cosas en el aire. Cosas, simplemente eso. Hay cosas en el aire, cosas. Y, además, el aire.