INTERIOR, TARDE
Genuinamente
la tarde le sonríe,
llena el cuarto de luz,
le facilita la labor
ahora que cose, luminosa también,
sentada junto a la ventana.
Llama a la puerta el pensamiento,
tantas veces oscuro
mercader de vaguedades.
Abro y digo:
«no, gracias, buenas tardes». Y cierro
con la grata sensación de que todo,
pese a todo, es
como debe ser.